Lo sentimos, actualmente no hay resultados disponibles.

Proyectos

Noticias

Publicaciones recientes

Vídeos

Oficinas

Gehry: el genio que rompió todos los tópicos

20 DE DECIEMBRE 2025

Luis Rodríguez Llopis
Presidente de IDOM

Esta es una transcripción del artículo original, el cual fue publicado en el periódico El Correo.

Una historia de liderazgo y talento que marcó un antes y un después

Bilbao, diciembre de 1992. A pocos días de Navidad, IDOM recibió un encargo que cambiaría la historia de la ciudad: el Museo Guggenheim Bilbao. Aquella llamada marcó el inicio de un reto apasionante que nos acompañaría durante cinco años y que hoy, al recordar a Frank Gehry, merece ser contado.

Desde el mundo de la ingeniería siempre han existido ciertos prejuicios hacia los arquitectos, especialmente hacia los llamados «arquitectos estrella». Se les acusa de ser más artistas que técnicos, de ignorar la constructibilidad, de priorizar la estética sobre la funcionalidad y de despreocuparse por plazos y presupuestos. Frank Gehry demostró que esas ideas preconcebidas pueden ser radicalmente falsas.

IDOM asumió el papel de arquitectura ejecutiva y gestión del proyecto y la construcción. Esto implicaba adaptar el diseño de Gehry y sus consultores a las condiciones locales, garantizar la constructividad con tecnología y medios preferentemente locales, y responsabilizarnos del control económico, del plazo y de la calidad. Un desafío enorme.

Me tocó dirigir aquel proyecto durante sus cinco años de desarrollo. Formamos un equipo que llegó a superar las 400 personas, muchas de ellas muy jóvenes, y reforzamos nuestra capacidad arquitectónica incorporando a César Caicoya, arquitecto con amplia experiencia que ya había colaborado con nosotros en proyectos anteriores y que asumió un papel clave como interlocutor con Frank Gehry y en la coordinación del diseño. Fue un esfuerzo colectivo extraordinario.

El carácter innovador de Frank Gehry se refleja en el Museo Guggenheim no solo en sus formas audaces, sino también en la tecnología que hizo posible su construcción. Gehry fue pionero en el uso del modelado digital avanzado -con herramientas como CATIA, procedentes de la industria aeronáutica- para definir geometrías complejas que parecían imposibles. Apostó por materiales poco convencionales en arquitectura, como el titanio, que hoy es símbolo del Museo, y cuidó detalles casi artesanales como el tallado de la piedra para lograr una integración perfecta entre lo contemporáneo y lo atemporal. Esa combinación de creatividad y tecnología marcó un antes y un después en la arquitectura mundial. Para los que tuvimos la suerte de participar en el proyecto fue un ejemplo magnífico de actitud innovadora y de buscar siempre lo mejor.

Las primeras reuniones en Los Ángeles fueron tensas. Nosotros teníamos nuestros prejuicios, sin duda, pero también los arquitectos suelen tener los suyos sobre los ingenieros: poca sensibilidad por el diseño, inflexibilidad, simplificación excesiva, falta de creatividad. Recuerdo una discusión sobre la partida para imprevistos en las fases iniciales, cuando la incertidumbre era máxima. Nosotros defendíamos un valor alto; ellos pensaban que era exagerado y lo atribuían a nuestro desconocimiento. Fue una reunión dura.

Pero pronto descubrimos que, en el caso de Frank Gehry, la realidad era muy distinta de los tópicos. En el trabajo diario se mostró todo lo contrario de un divo: amable, próximo, accesible, siempre preocupado por mantener unas relaciones fluidas entre los equipos. Escuchaba, respetaba las aportaciones de otros profesionales y asumía las necesidades del cliente como propias. Además, se interesaba por el control de presupuesto y plazos, algo que desmiente por completo el tópico del arquitecto «estrella».

Uno de sus rasgos más admirables era su capacidad para convertir problemas en oportunidades. Cada vez que surgía una dificultad, adoptaba la actitud de volver a su estudio, reflexionar y regresar con una solución que no solo resolvía el problema, sino que mejoraba el diseño. Esa forma de trabajar marcó la diferencia.

En proyectos grandes y complejos, el éxito nunca es individual: siempre es fruto de un equipo. Gehry fue un líder extraordinario. Tenía una enorme capacidad para comunicar, para generar ilusión y para alinear a su equipo con las necesidades del proyecto. Su actitud resolutiva, su visión y la importancia que daba al trabajo en equipo y ambiente de colaboración, fueron esenciales.

Es curioso observar que hoy, más de 28 años después de la inauguración del edificio y 33 años después del comienzo del proyecto seguimos en contacto muchas personas de ambos equipos manteniendo incluso una relación de amistad a pesar de la distancia, algo poco frecuente.

El factor decisivo del Guggenheim es, sin duda, el genio creador de Frank Gehry. Pero también su humildad, su capacidad de liderazgo y su respeto por la colaboración. Hoy, al despedirlo, recordamos que su obra no solo transformó Bilbao: transformó a quienes tuvimos el privilegio de hacerla posible. Y nos enseñó que los grandes proyectos nacen cuando talento y trabajo en equipo caminan juntos. Un legado que sigue inspirando a Bilbao y al mundo.